El cierre de 11 ingenios entre 1966 y 1968 no ha dejado de sangrar en el corazón de la industria azucarera tucumana. Es una herida que se siente, duele entre los industriales, sean hombres con larga trayectoria en la actividad o jóvenes empresarios, trabajadores o productores.
“A partir de ese momento, nos ha servido como experiencia, para que se haga todo lo que se deba hacer y no haya ninguna posibilidad de que se repita otro 66’”, enfatizó el presidente del Centro Azucarero Regional de Tucumán (CART), Julio Colombres, en el marco de la conmemoración de los 50 años de la intervención y desaparición de las fábricas de la provincia.
Sin embargo, el empresario advirtió que todavía no se ha aprendido de esa lección histórica, teniendo en cuenta los problemas que se registraron en los últimos cinco años y que complicaron las finanzas de algunas industrias y llevaron al quebranto a los productores cañeros. Hoy, esas dificultades están siendo superadas de a poco gracias a factores del mercado.
“Es más que un recuerdo. Es una lección que Tucumán no ha aprendido. Sigue habiendo la misma cantidad de aventureros en el mercado. Las condiciones del 66 fueron idénticas a las que se han vivido hasta ahora”, remarcó. “Todavía falta madurar”, añadió.
Jorge Rocchia Ferro, titular de la Cámara Sucroalcoholera y de la Compañía Azucarera Los Balcanes, recordó la crisis de los 60 como el momento más triste de la historia. “Todos tenemos que luchar para que esto no se repita, porque el azúcar fue, es y será la economía más importante de la provincia. De una tierra como la nuestra salieron dos presidentes, un vicepresidente y alguien como (Juan Bautista) Alberdi. Tenemos que volver a sentir el orgullo de ser tucumano. No tenemos que permitir jamás que nos atropellen como nos atropelló la gente del puerto en el año 66”, expresó el empresario.
Rocchia Ferro hizo hincapié en que los ingenios tienen adelante un futuro “muy bueno”. “La muestra de ello son las inversiones internacionales que quieren apostar en la industria azucarera argentina; los buenos precios internacionales; el buen valor del bioetanol; y la recuperación del precio interno. Es el momento de abroquelarnos y crecer. Los gobiernos nacional y provincial y la industria en su conjunto estamos alineados para que el azúcar vuelva a ser lo que fue en su momento para el norte argentino...”, enfatizó.
El abastecimiento excesivo de azúcar, la saturación del mercado y la decisión de no exportar en distintos años productivos fueron los problemas de siempre y el anticipo de la crisis. El 22 de agosto de 1966, a través del decreto 16.926, el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) dispuso la intervención de siete ingenios tucumanos. En dos años 11 las fábricas cerraron, se perdieron alrededor de 50.000 puestos de trabajo y 200.000 tucumanos debieron abandonar la provincia, quienes emigraron en procura de otro horizonte laboral.
Gobernaba el país una dictadura militar, encabezada por el general Juan Carlos Onganía. El golpe contra el presidente Arturo Illia se había producido poco antes del decretazo, el 28 de junio de 1966. En Tucumán fue desplazado el gobernador Lázaro Barbieri, y asumió como interventor el general Delfor Otero. Poco después, el 1 de agosto, reemplazó a Otero otro militar, el general Fernando Aliaga García.